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Yamamuto

Parábola sobre un pintor

Vivía en la Tierra un pintor que tenía el don de ver la belleza.

¡Esta habilidad suya maravillaba a la gente! ¡Las personas miraban lo mismo que él, pero no podían notar la belleza! ¡No podían notarla hasta que el pintor plasmaba lo que estaba viendo en un cuadro perfecto!

Este pintor era el gran Maestro de la Belleza y podía reflejar en sus cuadros los hermosos instantes de la Eterna Existencia. ¡Y entonces acontecía un milagro! ¡La Belleza poco perceptible antes se volvía visible para todo aquel que miraba el cuadro!

* * *

Una vez el pintor comenzó a dibujar un retrato de una chica flaca y poco notable. Nadie la había considerado hermosa antes. Y ella misma siempre se sentía muy cohibida por su delicadeza, su ternura y su talle fino…

«¡Ella es tan fea, tan flaca, y tú vas a dibujarla!», le decía la gente al pintor.

Pero él no prestaba atención a estas palabras y seguía dibujando. La delicadeza, la gracia, el óvalo suave del rostro y la profundidad de los ojos se reflejaron de repente en el lienzo creando un aspecto muy bello.

La chica lo observaba con gran asombro. «¡No puede ser que sea yo! ¡El cuadro es tan hermoso!».

«Soy solamente un espejo —comentó el pintor sonriendo—. ¡Simplemente te he mostrado tu belleza del alma!

»¡De ahora en adelante, has de vivir sin ocultarla del mundo!

»¡Tú —como alma— eres parecida a un bello amanecer! ¡Y debes iluminar con tu ternura y amor todo lo que veas!».

* * *

El pintor vio a una anciana y comenzó a dibujar su retrato. Las personas seguían maravillándose y preguntándose: «¿Qué encontró en esta vieja?».

Pero el pintor dibujó cada arruguita de sus manos como una crónica que contaba sobre una vida larga y difícil, sobre la bondad y el amor, sobre los hijos nutridos con la ternura del alma y sobre los nietos alimentados con la sabiduría profunda. Los ojos de la anciana comenzaron a brillar y a través de éstos, la luz fluía hacia los que estaban cerca y hacia los que estaban lejos. Esta luz era parecida a un río cuya fuente se encontraba en la bondad cordial.

¡Aquel retrato reflejó el amor, la sabiduría y la tranquilidad, manifestando a la gente la vida bondadosa de una gran alma! ¡Y muchas personas se detenían ante aquel cuadro observando la esencia de una vida que no pasó en vano! Y entonces el amor de un alma bella los abrazaba como un crepúsculo vespertino.

El pintor representó todo esto de tal manera que las personas se inclinaron con respeto ante la anciana.

* * *

Luego el pintor comenzó a dibujar a un bailarín. ¡Los movimientos de los brazos, la mirada, la música, el baile, todo se unió! ¡Y el que contemplaba aquel cuadro podía experimentar con el alma las emociones del Amor hacia Dios que aquel bailarín expresaba con su danza!

* * *

El pintor dibujó una gota de rocío sobre una delicada hierbecilla.

Era simplemente una gota de agua brillando bajo el sol, pero parecía que ella estuviera diciendo: «¡Soy una gota en la infinidad del Amor! ¡La luz del sol se reflejó en mí! ¡Y ahora la paz y la belleza de la Tierra resplandecen en el espejito de mi ternura!».

* * *

El pintor dibujó otro instante bello de la Existencia Eterna.

En este cuadro estaban el sol que alzó sus rayos sobre el mar y se reflejó en las nubes; las aves que volaban desde las tierras lejanas hacia el suelo natal; la orilla del mar, cubierta de arena dorada… ¡La Eternidad se reveló en un instante de Belleza y el Océano Infinito de la Luz de Dios iluminó las almas con la salida del sol! ¡En la grandeza de aquella Belleza, se manifestaron los Rasgos Invisibles de su Creador!

* * *

¡Este pintor tenía una mirada mágica, porque podía ver al Creador detrás de Su Creación! Y manifestando en sus cuadros los momentos hermosos de la Existencia Eterna, ¡él enseñaba a las personas a ver y a amar!