El Apóstol Mateo
Parábola sobre el barco
de vela «Salvador»
y sobre «la tierra prometida»
¡Enséñame a no separarme de Ti, mi Señor,
para que mi cuerpo se llene de Tu Luz Celestial
y para que en la vida y en la muerte,
estés siempre conmigo!
¡Enséñame a ser Uno Contigo, mi Creador!
Oración usada por Simeón
Las olas del océano suben y bajan suavemente.
El barco con el nombre Salvador vuela sobre la inmensidad del mar. Sus velas, llenas del viento favorable, se parecen a unas alas blancas que llevan el barco hacia aquellos que necesitan ayuda.
* * *
Una chica, con el cabello ondeando al viento, corre por una senda hacia el mar. La están persiguiendo y a lo lejos se ve una polvareda levantada por un destacamento de jinetes armados.
El nombre de la chica es Clara.
Ella comprende su desesperada situación. Nadie y nada la salvará. Los perseguidores la alcanzarán, la atraparán y la forzarán a casarse con un canalla con quien nunca podría vivir. ¡Y entonces sólo quedaría morir!
El mar se extiende ante ella. Pero en el amarradero se ve un barco. La mirada de Clara se posa en su nombre: ¡Salvador! La esperanza casi perdida la ilumina como un rayo del sol en la oscuridad.
Clara entra de prisa en la taberna más cercana y pide una habitación. Allí corta resueltamente sus largos y hermosos cabellos y, disfrazándose de varón, se dirige hacia el barco que se está preparando para zarpar.
En la taberna los jinetes armados ya están buscándola y se oyen sus voces: «¡Ella debe estar cerca! ¡No podría huir lejos!».
* * *
Tan pronto como Clara sube a la cubierta, el Capitán ordena zarpar y el Salvador, izando sus velas, se dirige hacia alta mar.
El Capitán no le pregunta nada a Clara. Pero ella siente que sus ojos tranquilos y atentos lo ven todo.
Entonces ella misma se le acerca y le cuenta su historia.
«¡No temas!» —contesta el Capitán—. «Dios protege este barco. ¡Estás fuera de peligro!
»¡Pero cuando llegue el momento de aceptar la muerte, tampoco temas! ¡No es nada serio, porque la vida no se termina con la muerte del cuerpo!
»Hablaremos de esto más tarde. Ahora es mejor que descanses.
»¡Puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras o puedes bajar a tierra donde desees!».
* * *
El Salvador seguía su rumbo.
Clara admiraba cada vez más la vida de estos marineros. El Capitán y su tripulación eran parecidos a los hermanos de una buena familia cuya cabeza era Dios. Todo lo que hacían y todo lo que decían estaba iluminado con Su invisible presencia y guía.
Ellos salvaban a los que estaban en peligro. Al hacerlo, actuaban tan rápido y decían palabras tan inesperadas que las personas del mal no tenían tiempo ni para reaccionar ni para detenerlos. Además, y es importante, ellos mismos nunca derramaban sangre, nunca usaban las armas que tenían.
A veces el Salvador simplemente abordaba en un lugar nuevo y el Capitán conversaba durante mucho tiempo con sus habitantes sobre Dios, sobre la fe, sobre la bondad…
¡Aquellas conversaciones eran extraordinarias! Por ejemplo, cuando el Capitán relataba sobre Jesús, a las personas que le escuchaban les perecía que estaban viendo todo lo que sucedía con sus propios ojos y oyendo las palabras de Jesús dirigidas directamente a ellas.
Además, el Capitán contaba sobre la resurrección de Jesús.
Él siempre relataba todo de tal manera como si cada uno de los oyentes fuera testigo de aquellos acontecimientos y debiera en este mismo momento aceptar o no las Enseñanzas del Cristo.
La gente le escuchaba en un profundo silencio.
El Capitán decía:
«Alrededor de Jesús estaban aquellos que Le seguían con una devoción total, pero también estaban aquellos que no Le creían y que se burlaban de Él al escucharlo.
»Había muchos incrédulos cuando Él enseñaba y cuando resucitó después.
»¡Lamentablemente, la incredulidad de muchas almas viciosas no se sana ni con las préedicas que provienen de Dios ni con los milagros!
»¡Y sólo aquellos que siguen el Camino de Jesús están acercándose a Él!
»¡Cuántas personas afirman ahora: “¡Tengo fe!”, pero no practican en absoluto las Enseñanzas de Jesús! ¡Y frecuentemente cometen crímenes y engañan enmascarándose con Su nombre!
»Otros, por el contrario, llevan a la práctica Sus Enseñanzas y tratan de vivir como Él enseñaba. ¡Y Jesús permanece en sus corazones!».
Muchas personas, después de escuchar al Capitán, trataban de seguir las Enseñanzas de Dios. ¡Y una nueva vida empezaba para ellos! ¡Pues el que vive con Dios en su corazón se convierte en otra persona, una persona transformada! ¡Y el destino de esta persona transformada mejora también!
De cuando en cuando, de la multitud de los oyentes salía uno y decía: «¡Llévenme con ustedes!».
Entonces el Capitán contestaba: «¡Muy bien! ¡Síguenos!».
Así en la tripulación del Salvador aparecían nuevos miembros.
* * *
Una vez el barco ancló cerca de una isla pequeña.
¡Clara la percibió como un paraíso! La colonia estaba cubierta con flores de muchos jardines en florecimiento. Unas personas —con rostros radiantes y felices— salieron para recibir a los marineros.
El Capitán dijo a Clara:
«Esta es la tierra prometida, un paraíso en nuestro planeta. Puedes quedarte aquí si quieres. En este lugar viven muchos miembros de mi tripulación y también aquellas personas que fueron salvadas por nosotros y decidieron quedarse aquí.
»Esta isla estaba inhabitada cuando la encontramos y no pertenece a ningún gobernante terrenal.
»El que toca esta tierra promete que vivirá de acuerdo con los preceptos del amor hacia Dios, hacia el prójimo y hacia la Creación Divina entera.
»Y cada uno que vive aquí de este modo se convierte en un habitante del paraíso.
»¡No obstante, incluso aquel que no vive en esta isla, sino allí donde reinan el mal y la violencia, puede convertirse en un habitante del paraíso!
»¡Para lograrlo, hay que —simplemente— cumplir la promesa que une al hombre y Dios en amor mutuo!
»¡Y esta promesa entre Dios y los hombres es la promesa de amor!
»¡Debemos hacer que las personas comprendan que nuestro planeta entero también puede convertirse en la tierra prometida!
»No todo el que lo desee puede ser miembro de la tripulación del Salvador, porque no para todos ha llegado el tiempo de abandonar sus deseos personales y convertirse en Apóstoles de Dios. ¡Sin embargo, cualquier persona puede convertirse en un habitante del paraíso, ya que cualquier persona puede aprender a desarrollar su amor cordial!
»¡Que cada uno viva de acuerdo con las leyes de Dios, transformándose gradualmente y entregando su amor a todos y a todo! ¡Y entonces la vida de esta persona no pasará en vano!
»¡Y todo aquel que viva de acuerdo con las leyes del amor será capaz de crear a su alrededor un nuevo espacio de la tierra prometida! ¡Y si todas las personas logran hacerlo, entonces la Tierra entera se convertirá en la tierra prometida!».
Clara dijo:
«¡El paraíso terrenal creado por ti en esta isla es hermoso! ¡Pero te ruego que me dejes ser la grumete en el Salvador y salvar —contigo— a los demás! ¡Permíteme compartir tu destino!».
«¡Muy bien, grumete Clara, puedes seguirme!
»¡Izaremos nuevamente las velas y nos pondremos en camino para salvar a las personas del infierno que ellas llevan en su interior y que propagan a su alrededor cometiendo el mal y la injusticia!
»¡Viviremos para acrecentar las fuerzas de Luz y de Amor en este mundo!».
* * *
Una vez la grumete Clara preguntó al Capitán:
«Salvamos tantas personas pobres, tantos esclavos, pero ¿por qué ninguno de los poderosos de este mundo busca la salvación del infierno?».
El Capitán contestó:
«¡Con gusto salvaría a los príncipes y reyes! ¡Pero el problema es que ellos no saben que necesitan salvación! ¡Y tampoco saben que podrían salvar incluso sus países!
»¡Es muy difícil ayudar a aquel que no sabe de su desgracia y dar de beber a aquel que no tiene sed!
»¡Pues solamente los que están hambrientos y sedientos quieren comer y beber!
»¡A propósito, no sólo del alimento para el cuerpo debe vivir el hombre, sino que debe anhelar hallar la Luz, la Libertad y el Amor!
»Por eso navegamos en el Salvador y llevamos la luz del conocimiento a cada rincón de la Tierra. ¡Esto es nuestro servicio!
»¡Y sólo el que trae el amor y el conocimiento sobre Dios a todas las personas puede llegar a ser como Jesús!».
* * *
Durante las tardes o durante las mañanas cuando el mar estaba en calma, el Capitán contaba a su tripulación sobre el Conocimiento Superior y sobre cómo obtener el Amor Divino.
El decía:
«Existe el Camino Recto desde el paraíso, la tierra prometida, hasta la Morada del Creador. ¡Sin embargo, sólo el que ama al Padre Celestial por encima de todas las cosas podrá seguir este rumbo!
»¡El Padre es Inmenso, Infinito! ¡Él envuelve el mundo entero de la Creación en Su Amor y abraza a todos los que viven en la Tierra con Su Tranquilidad tierna y con Su Luz! ¡Él siempre experimenta a todos dentro de Sí!
»¡Para poder llegar a ser como Dios nos enseña que seamos, debemos aprender a abrazar con la luz cordial y con el amor toda esta inmensidad que observamos y acariciar tiernamente todo lo vivo!
»El océano que lleva nuestro barco es parecido al Océano de la Luz Viviente del Creador Que siempre existió y existe por todas partes.
»¡El Amor hacia Él nos permite aprender a abrazar esta Luz Divina Viviente! ¡Y entonces para nosotros se abren las puertas de la Morada de nuestro Padre Celestial!».
* * *
Las olas del océano suben y bajan suavemente. ¡El barco con el nombre Salvador navega a toda vela hacia el sol naciente para que todas las personas de todos los continentes e islas lleguen a saber sobre Dios y sobre el significado de sus vidas en la Tierra!
El Capitán enseña a la nueva grumete a mantener el rumbo hacia la Morada del Creador.