Huang
Parábola sobre la Flor Dorada,
sobre el Río de Amor
y sobre el Jardinero Inmortal
Muchas leyendas aparecieron sobre el misterio de la Flor del Corazón. Algunas de éstas la llaman la Flor de la Vida, otras, la Flor Dorada y aún otras afirman que es la Flor de la Inmortalidad. Todos estos nombres no son casuales, sino que reflejan el dichoso aroma de aquella Flor y levantan el velo que oculta su misterio…
En un pequeño valle, escondido en las montañas, vivía un hombre. Su vida pasaba en tranquilidad y alegría. Muchos le llamaban santo, otros, monje, otros, Iluminado.
No obstante, él mismo nunca se decía ni se creía así.
Él a veces se llamaba jardinero, aunque no tenía ningún jardín y cultivaba solamente una flor, la Flor Dorada del Corazón Espiritual, Flor que da la Inmortalidad.
Aquel hombre vivía con sencillez. ¡Vivía y se alegraba del mundo circundante que contemplaba! Era amigo de las montañas que le rodeaban, de los vientos que pasaban sobre su pequeño valle, de las hierbas y de las flores que se abrían allí en la primavera y adornaban su morada durante todo el verano. Él tenía amistad con las estrellas que le sonreían en la noche y con el sol que le daba calor durante el día…
A veces diferentes animales venían a verle; eran sus amigos. O llegaban personas que necesitaban su apoyo y sanación. Él ayudaba a todos y nunca rechazó a nadie.
Así vivió él durante muchos años. Y cuando su Flor Dorada creció y llegó el tiempo, se fue al lugar donde habitan todos los Inmortales y se convirtió en el Jardinero Que siembra las semillas y Que luego cuida los retoños de los cuales brotarán nuevas Flores Doradas.
En la memoria de las personas, quedaron las historias acerca de su Flor que concedía la Inmortalidad y también historias acerca de la Fuente del Río del Amor, Río que fluía y alimentaba aquellas Flores.
* * *
El misterio de la Flor de la Vida atraía a muchas personas. Ellas subían a las montañas para hallarla. Encontraban varias flores, las arrancaban y hacían de éstas diferentes polvos, infusiones, tisanas y ungüentos. No obstante, aquellos mejunjes y brebajes no daban la Inmortalidad a nadie.
Otros pensaban que el poder milagroso estaba oculto en las raíces y las desenterraban, matando en vano aquellas tiernas criaturas.
Nadie lograba encontrar la Flor Dorada ni comprender su misterio.
Una vez un joven llegó a aquel lugar. Su amada estaba gravemente enferma y le habían dicho que moriría. Sin embargo, un sanador le aseguró que la Flor de la Vida podría salvarla.
Entonces el joven viajó a las montañas y encontró allí una hermosa flor. ¡Su corola era tan tierna que el joven pensó que ésa era la Flor de la Vida! Él se arrodilló para arrancarla, pero no pudo. ¡Su compasión hacia la vida era tan grande que no le permitió destruir aquella belleza! Los brazos del joven cayeron y susurró: «¡Perdóname!». Y no fue claro a quién lo dijo, si a su amada o a la flor.
En aquel momento sonó una Voz: «¡El que respeta la vida merece ayuda!».
Era la Voz del Jardinero Divino. Pues, como todos los Inmortales, Él podía aparecer en cualquier lugar y en cualquier tiempo.
El Jardinero irradiaba Luz y Tranquilidad. Cada movimiento Suyo reflejaba Su Éxtasis Supremo.
«¡Me alegra que te hayas apiadado de esa flor!», dijo Él.
«Pero mi amada está muriendo», el joven susurró casi imperceptiblemente.
«¡Te dijeron que deberías darle la Flor de la Vida, pero es imposible arrancarla y llevarla! ¡Sólo se puede criar esta Flor en el propio amor cordial nutrido por el Río del Amor!».
«¡Pero mi amada está muriendo ahora! ¡No tengo tiempo para criar esta Flor!».
«No te aflijas. Te ayudaré. Mira, allí está la Fuente del Río del Amor y allí también corre un pequeño y limpio arroyo. Toma su agua en tus manos y, desde tu corazón espiritual, dile a ella: “¡Te amo!”. Después riega esta agua sobre la flor y dile también: “¡Te amo!”. Pasará algún tiempo y en los pétalos aparecerán gotas de rocío. Recoge aquellas gotas y llévalas a tu amada. ¡Esto será suficiente para curarla! Y mientras estés esperando que aparezcan gotas en los pétalos, ¡entra en el Río de la Luz e intenta comprender las Leyes del Amor, siguiendo las cuales uno puede vivir felizmente en la Tierra!».
Luego el Jardinero le explicó cómo sumergirse en el Flujo de la Luz Viviente del Río del Amor y desapareció.
El joven estuvo durante mucho tiempo en aquel Flujo escuchando el Río Viviente, cuyas corrientes le contaban sobre los misterios de la existencia y sobre las leyes de Tao.
¡Él comprendió que el amor es lo que transforma la vida del hombre y que aquel que no tiene amor cordial no puede entrar en el Río Viviente! Las almas sin la luz del amor no son capaces de percibir ni de experimentar el Flujo del Amor y, por lo tanto, están privadas de la felicidad.
¡En cambio, aquellos que viven entregando y regalando su amor permanecen y crecen en el Flujo del Río del Amor, en el cual están la Luz, la Alegría y el Éxtasis! ¡Y sólo estas personas pueden ser felices!
Cuando el joven comprendió todo esto y se transformó, unas gotas transparentes aparecieron en los pétalos. Él las recogió cuidadosamente y las llevó a su amada. La chica tomó el remedio del Jardinero y se recuperó.
¡De allí en adelante, ellos vivieron en tranquilidad y felicidad, pues su vida pasaba en el Río del Amor!
Cuando su hijo creció y se hizo joven, decidió agradecer al Jardinero Inmortal por la curación milagrosa de su madre y por la vida dada a ella y, por lo tanto, también a él.
Emprendió el viaje para encontrar aquel pequeño valle escondido en las montañas.
Subía cada vez más y se maravillaba de la belleza que se abría ante sus ojos. Le saludaban las cimas majestuosas iluminadas por el sol. Lo abrazaba un viento suave que volaba sobre toda esta inmensidad. Las flores, que decoraban el valle, le regalaban su aroma. Él seguía caminando y las estrellas le sonreían en la noche y el sol iluminaba cada día suyo.
Pronto encontró el pequeño valle en el cual durante cierto tiempo vivió el Jardinero Inmortal. Además, encontró la Fuente que daba origen al Río del Amor.
Pensó en aquel momento: «¡Quisiera yo también que mi Flor Dorada creciese para poder luego contar a la gente sobre el Camino que lleva a la verdadera felicidad!».
En ese mismo instante, vio al Jardinero Inmortal.
Él dijo: «¡Que sea como tú deseas! ¡Pues no sólo sueñas con el bien para ti mismo, sino también para los demás! ¡Te mostraré cómo —desde el Silencio de Tao— en el corazón espiritual del hombre puede abrirse la Flor de la Vida! ¡Te mostraré las Profundidades en las cuales se oculta su raíz! ¡Y entonces podrás criar tu propia Flor y contar a las personas sobre su misterio, el misterio de la Flor Dorada del Corazón que crece desde el Tao Infinito y se abre en el alma humana! ¡Tú también podrás convertirte en un Jardinero Inmortal!».